Vida:
Empiezo esta nueva carta pensando que, por ser noche de frío, y que en oposición a los anteriores se asoma muy diferente a otros muchos vividos desde esta soledad tan extraña, que por costumbre tiene el acompañarme a donde quiera que voy sin por ello dar nunca asomo o pedir mi consentimiento o permiso.
Aún así, debo confesarte con total sinceridad que soy inmensamente feliz por el hecho de enfocar en ti una importante y vital parte de mis alegrías y motivaciones, al tener pleno conocimiento de que existes, eres real y vives en algún rincón de esta ciudad gris y plomiza que es mi corazón y que, desde hacía mucho, no tenía un motivo, día de júbilo o fiesta patronal que celebrar.
Sabiendo que hoy no estarás a mi espera en el andén donde estamos llamados a encontrarnos, para unir nuestros deseos en un solo deseo, dando inicio a ese maravilloso viaje en el último vagón de las ilusiones compartidas, es por ello que quiero anunciarte, porque eres el alma y sangre de ello, que son menos los capítulos que me faltan para la colocación del punto final en esa última página de ese libro maravilloso que tanto tiene que ver con lo que tú y yo somos: dos enamorados del amor, distantes y cercanos al mismo tiempo pero separados, de manera extraña, por todo lo que también nos une. A pesar de todo esto inicio mi viaje de siempre, porque ello hace que me sienta más próximo a ti, aún estando distante en el tiempo y en el espacio.
Hace rato, y mientras sorbía con reticencia una copa de vino tinto para darle calor al espíritu, me asomé por la ventana más cercana pudiendo apreciar que la noche es más oscura que siempre, melancólica, triste. Leía en las páginas web que la temperatura bajaría de forma considerable; cosa que –lo sabes- me gusta a rabiar. Pensando en esta actitud tomada por el tiempo y sus variantes climatológicas me inclino a pensar, de manera acertada, que todo ello no es sólo consecuencia inmediata de un gusto particular y hasta retorcido, sino que igualmente es, por esa actitud mía de descubrir la belleza plena donde otros, a causa de su falta de ilusión, no ven más que problemas, tristeza, decepción, melancolía.
No conforme con haber realizado dicho descubrimiento, corrí a asomarme por una de las ventanas que da hacia la calle y descubrí lo hermosa que puede ser esta ciudad cubierta bajo estos mantos cuasi invernales; y noto que hasta la gente se nota diferente, mientras intenta ponerse a buen resguardo del frío, haciendo uso de hasta lo inutilizable de su ropa de abrigo, con el propósito de buscar un poquito de calor agradecido.
Viendo tal actitud, grité para escucharme yo mismo
¡Qué diferentes somos los seres humanos en nuestro comportamiento!
… Corriendo enseguida a atender el llamado de la copa de vino que ya había dejado abandonada.
Hoy, porque quise cambiar la rutina, no quise escribir postrado en la cama como siempre lo hago, sino en este lugar de habitual rutina que es mi trabajo, destinando para ti un lugar cercano al mío, con la idea fija de que, aún no estando en cuerpo presente, lo estuvieras de manera cierta para compartir contigo, pero sin ti, una copa necesaria al final del día.
¡No sabes cuánto disfruté el momento, a pesar de las lágrimas secas!
De seguro te parecerán risibles, estúpidas o carentes de sentido mis ocurrencias, pero es así como he alimentado este sentimiento a lo largo de este tiempo que a mí me ha parecido toda una eternidad.
Saber que esto haces cuando te hablo de ello me convierte en un ser privilegiado, por entender que todo acto de locura, realizado bajo la total limpieza de este sentimiento que sirve de alimento al alma enamorada, es una muestra más de todo aquello que nos hace diferente a los que dicen amarse a plenitud a través del lenguaje de las caricias, para luego, llegando el cansancio de lo rutinario, buscan atraque en un nuevo puerto de amoríos pretendidos llevando consigo la malsana idea de hacerse una vez más al mar de las pasiones con la llegada de un nuevo tiempo de hastío.
¡Qué afortunado soy al quererte como te quiero, aún cuando sea una locura sin precedentes conocidos!
Desde aquel encuentro primero, que en su día tuviéramos de forma atípica, siendo todo él diferente a los tenidos por aquellos que dan inicio a una relación de amistad que luego, más temprano que tarde, se verá transformada en el naciente vínculo de una armoniosa correlación amorosa llamada a perpetuarse en el tiempo, me atrevo a jurarte, que no he parado de confesarle al sol naciente que da vida a cada una de las mañanas de nuestros días, que te ansío más que las caricias y los besos, de la pasión y el deseo, de la realidad y los sueños, del tiempo y el espacio, de lo finito y lo infinito, de lo conmesurable y lo inconmesurable, porque tengo y siento la continua necesidad de la única maneraque se me ha permitido ser completamente libre ante la barrera que nos ha distanciado hasta ahora: desde la palabra escrita.
A tu salud!
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