Pongamos el ojo en la lupa caballeros. Mi madre dice “Cuando buscas o te emparejas con alguien, empero, también lo harás con la familia. Que sea bueno o malo el resultado, queda por cuenta tuya”. Sea consanguíneo o por afinidad, naturaleza humana, la personas con quien estás o a quien pretendes siempre tendrá esa persona que sabrá tanto o más que tú las intensidades de esa relación. Nuestro cómplice.
Puede ser un amigo o amiga, hermana o hermano, su madre –con particularidades especiales que intentaré desarrollar a posterior- o una prima. Se telefonean a diario, inventan contraseñas, canjean chismes sobre ti, sabe que mañas tienes, en que “la has puesto” últimamente y hasta sabe de la existencia de esos lunares presumiblemente cancerígenos que tienes en ciertas áreas restringidas de tu cuerpo. Cómplices, socias, uña y mugre, que se reirán en tu cara de ti y tu jamás tendrás un ápice de sospecha en tu obnubilamiento pasional.
Lo cierto es que el/la cómplice tiene un poder insospechado y muchas veces obviado. Y si no le extiendes tu venia, tu relación –recuérdenlo- será un misterio patrocinado por Hitchcock. Olvídate de debutar en sociedad si no lo logras, mucho más si pretendes algo importante.
¿Y donde está ese poder? En la persuasión. Si usted no matricula, el/la cómplice te acusará y te amonestará con días de mortal disminución y olímpica indiferencia. Como parte de su estrategia, anegará el camino para que usted deje o perciba menos de esos ravioles de espinaca que prepara su pretendida y que tanto le gustan; o dificulten el alcance de esos regeneradores masajes nocturnos que busca con tanto afán. ¿No lo cree? Pues sépanlo señores, el/la cómplice tiene un poder conferido por tu pretendida de Fiscal en primera instancia de lo emocional. Y a la Ley hay que respetarla.
Y para agudizar la catástrofe, en ese juicio no encontrarás a nadie que medie por ti –y más complicado es cuándo el o la cómplice son más de uno o están agremiados- porque, o apoyarán la moción del cómplice mayor o simplemente no se meterán en esa cosa. El beneficio de negociar y promocionarte que puede conferirte el cómplice está negado.
Un cómplice que te censure siempre dirá cosas como “Chama, ese carajo no es para ti”, “No está a tu nivel”, “Ese es un guevón” o “Vas a salir de Guatemala pa’ Guatepeor” entre otras frases. Y si no es suficiente, recurrirá a dramáticas sentencias como “Desde que andas con ése estás cambiada” o “Ya ni con nosotras sales”. La cómplice incluso puede llegar a ser tan sabia y hábil para voltearte la tortilla. “¿Qué vas a hacer pa’ allá con él. Vente con nosotras, vamos a rumbear y a pasarla fino. Además, en la reunión estará el chamo que conocimos el otro día que está buenísimo. ¿Te acuerdas? Ufff, eso es tuyo mamita”. Si usted ha sido cómplice o ha conocido a alguno, sin identificarlo, sabrá que estoy en lo correcto. Y no se ría.
Y ante eso, uno como hombre básico que es, atiende a reacciones de falsa supremacía como “¿Acaso yo estoy empatada con él/ella?”, “¿Esta relación es nosotros dos o qué?” o “Acaso ella te da lo que yo te doy”. Falso hermano. Si ya ha caído en eso, busque un depurativo con urgencia porque usted está pelando y no precisamente cambures. Y no habrá ante eso un árbitro justiciero que le ponga fin a ese combate disparejo.
Usted, enjutado caballero, dirá que lo que estoy planteando es cobarde o absurdo. O que cómo es posible que este incipiente escritor y aprendíz de analista abogue por semejante teoría. Pero recuerde la sabia frase “primero fue sábado que domingo” y, cuando usted ponga la torta y lo envíen de cuarenta y para la cola, será la cómplice la primera en saberlo y con el poder para relajar el trance con su pareja o pretendida, naturaleza humana. Ellas lo saben…y ya han pasado por eso.
Así que guarde en la gaveta esos pulseos de egos que no sirven para nada y sea inteligente. Identifique a su cómplice, que es, en su secreto, su socia por afinidad en su empresa sentimental. Sea agradable y honesto. Enamórela. Quien sabe si, además de sus buenos oficios, podrá también encontrar a un/una amiga sincera y una suerte de avejentada Virgen de la Anunciación que aparecerá detrás de usted para interceder por ti ante Ella.
Sólo espero que la mía, mi cómplice, me de sus bendiciones.
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