29.6.10

Explicando la guerra



Este fin de semana fuí a visitar a mis compadres y a mi ahijada. Debo confesar que he sido el peor de los padrinos, pues tenía casi un año que no la visitaba. Los ahijados son como los hijos, hijos putativos con los que puedes ensayar para cuando, si la providencia te bendice, tengas los tuyos propios. Además que los padres -no nos caigamos a pasiones- pueden endilgar en el padrino algunos gastos y responsabilidades que, aunque jamás nos las explicaron al realizar el sacramento, pues te tocan. Pues mi compadres hicieron lo propio !y vaya ensayo paternal que tuve con mi ahijada!

Pues resulta ser que la pequeña, que como si fuera ayer recuerdo que apenas hablaba y se chupaba copiosamente el dedo, hoy está muy interesada en la guerra (si, en la guerra con metralletas, invasiones, explosiones... desgraciada televisión) Y está tan interesada en ello que creo que hasta lo toma como un tema clandestino. Parece que, cuando se siente rebelde, va por la calle gritando pupú, pipí, culo, guerra, entre otras palabritas subidas de tono para un infante; y pone atención a los noticieros cuando enfocan los rollos en Gaza.

Pues la carajita, en actitud muy terrorista, me preguntó sobre la guerra. Yo traté de explicarle lo básico: que es una pelea entre pueblos, que se llega a ese punto cuando no pueden arreglarse las cosas, que nadie gana, que mueren muchos inocentes, y otro montón de pendejadas que se me ocurrieron en el momento. De pana, es complicadísimo explicarle esas cuestiones a una criatura: preferiría mil veces que se interesara por el sexo o las matemáticas, que son otros dos asuntos de los que entiendo bastante poco. Pero no: mi ahijada siente curiosidad por la guerra.

Esta semana resultó especialmente ardua porque ha arreciado todo el asunto en Gaza, sin contar la presunta amenaza de guerra nuclear que supuestamente desencadenaría Irán. La noticia apareció en la televisión todo el día y me dejó sin argumentos. Ella, como es lógico, me hizo muchas preguntas al respecto. Y no supe responder ninguna con certeza. Le dije que Estados Unidos prometió a varios países peligrosos que, si se deshacen de su armamento nuclear, les ofrece una oferta increíble. La oferta es la siguiente: si un día estos países peligrosos atacan a Estados Unidos con armas convencionales, ellos, Estados Unidos, responderán el ataque con armas convencionales.

Ante esto, mi ahijada no entendió un carrizo. Y la verdad, yo también. ¿No es la guerra un conflicto en el que, a causa de la ira, vale todo? ¿No es la guerra, en realidad, el síntoma final de la iracundia, de la exasperación y de la necedad? Me resultaría extraño que dos potenciales combatientes (dos ideas irreconciliables, dos mundos distintos) se sienten a definir el estatuto futuro de la barbarie. Un presidente le estira una birome a otro presidente y le dice: "Si ustedes eliminan las armas nucleares y después nos atacan con armas químicas, nosotros prometemos responder solamente con misiles teledirigidos". No, no lo veo víable...

Pero, volviendo al tema, es muy too much explicarle eso a una niña, sobre todo cuando antes se le ha dicho que la guerra es un instante de arrechera! ¿Dónde está la incontinencia, si los protagonistas del conflicto pactan el número límite de misiles que pueden poner en sus fronteras? ¿Dónde la desesperación, si los actores de la guerra usan frases como "en caso de violarse ese balance en detrimento de un país, éste estará en el derecho de abandonar el proceso de desarme"? ¡No entiendo un carajo!

No. No sé explicarle la guerra a mi ahijada. Pero espero volver pronto a visitarla, llevarle un chocolate de esos grandototes y explicarle qué es la paz. Ojalá a ustedes les sirva también para sus hijos pequeños. Es así: "Paz", femenino, mujer, dícese de los quince minutos de descanso en donde los enemigos ajustan los detalles para el próximo conflicto.

PD: Así, más o menos, me dibujó la pequeña terrorista... en realidad me veo más guapo de lo que soy en realidad

21.6.10

Sin esculpir el futuro


“El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje" Felíz Viaje Saramago


Tenía ya tiempo que no escribía en este blog, pero los dedos rechinaban de frío, asimismo las ideas. Este blog tiene sus propósitos. Uno de ellos los confesé hace unos días “Es una forma silente de comunicación la cual no puedo abandonar”. Pues así sigo… ¡gracias!

Pues hurgando entre tantas cosas que tengo y quiero escribir, cae de sorpresa la muerte de Saramago. Confieso que mucha guerra me dio “Ensayo sobre la ceguera” en mis tiempos de estudiante. Afortunadamente, pude mal darle en el clavo. “Lo he visto todo oscuro, creí que me había dormido, y resulta que no, que estoy despierto…” ¡Qué vaina que viniste a morir en pleno Mundial y no te gozaste el 7-0!

Y eso me causó algo de rabia. Entre balones, canilleras y gritos de goles, la muerte de Saramago pasó por debajo de la mesa en muchos medios. No digo que no se publicara nada, pero creo que la majestad del portugués no merecía sólo notas de obituario. Medio rabiosos nos lamentamos a medias, diría Benedetti (que por cierto, también se fue). Estábamos muy ocupados. Los argumentos eran suficientes: Messi, Kaká y Cristiano Ronaldo (¿sabrá él algo de su compatriota?), Chávez, Santos y los containers de comida en mal estado.

En Portugal se le rindió merecido homenaje, pero su legado trasciende mucho más que una influencia en la comunidad lusa. Creo que estamos en deuda. Me gustaría poder escribir más de ello, hacer un buen trabajo en su nombre, hablarle de él a los niños, mucho más cuando la tele menosprecia a los pequeños -de eso hablaré en otra oportunidad- Y los medios debería (mos) pagar la deuda: un recuento, un especial, un micro… quizá sea toda una utopía, pero la muerte de Saramago es un ejemplo de cómo el día a día nos come, digiere y escupe, sin darnos chance a la huella trascendental. Esa que nos dio pasado y nos hizo presente…a veces, lamentablemente, sin esculpir el futuro.

Yo también estoy en deuda. Si hoy tengo fantasías y sueños, es porque alguna vez estuvieron a mi lado Twain y Gómez Bolaños; Saramago y Benedetti; Silvio, Páez y Sabina, Frida y Salvador. Así que te las debo, viejo de Lanzarote.

Quizá todo lo que he dicho es completamente reaccionario. Pero, de las muchas cosas que podemos hacer para salvar al mundo, recordar y honrar a los grandes, y dejar un lado la mierda es una de las que más admiro. Sin embargo, y con el egoísmo y la insensatez que me caracteriza, debo ver el Mundial. Para no quedar fuera del aparato.