17.3.11

Lo que queda

Señora

Tengo que confesarle. Resulta que a veces pienso y los pensamientos se me caen. Hoy por ejemplo, uno se me ha caído durante el almuerzo, cuando recibió esa llamada que parecía ser incómoda pero que al final no era más que sólo un asunto de rutina. Pensaba por ejemplo, que me encantaría ser yo la segunda llamada de referencia, por decirle alguna de las tonterías que pasaron por mi cabeza.

Que paso todos los días en mi esquina mirando de reojo a todo el que pasa para ver entre ellos pasa usted. Miro un poco de reojo como disimulando, por si me haces alguna seña. En ese momento puede ser cualquiera, pero solo veo si eres tú. A veces temo no encontrarte.

Que muy a menudo evito los escaparates de las tiendas o los bares animados, cuando la gente bebe algún vino y se ríe ruidosamente, y les envidio, y ahí se me caen por no estar allí contigo, y no logro recogerlos.

Que se caen, los pensamientos que no recoges, ha pasado siempre. Entre el café, antes de la tarde, en el metro, en la copa de vino, en el cigarro tal vez se ha quemado alguno. Debo haber perdido tres o cuatro por ahí, en el plato de la cena. Se han empapado de vinagre y mermelada, de las yemas de tus dedos, de la caídas de pestañas que precedían a guerras enteras, de la sonrisa de lujuria que siempre me tortura. En todos siempre me he entregado.

Que siempre ando en lo mismo. Pienso las cosas y luego se me cae todo, si, soy un caso. Que si salgo retardado, que si dejo las cosas en el comedor. Todo por pensar en ti, dando vueltas como un loco sólo para verte girar el cuello, ¡Uy qué cuello, mi vida! Me habré dejado como un mes mezclado con tus piernas, tus caderas, tu vientre, tu boca, tu lengua, comiéndote a besos y buscando entrar más adentro y más adentro.... pero es que todo se me cae

Todo se me pierde y me duele y me falta porque todo lo ocupa mi pensamiento de ti, y ya no veo nada. Que quisiera que estuvieras, que chocaras con ellos y no se me cayeran, con los pensamientos, sí, con los que se me caen.

Que ahora vuelvo a soñar que estás. Hemos esperado bajo la lluvia y cada cual ha tenido su forma de mojarse. Después ha estado bien. Yo te pienso, y mis pensamientos me han salvado. He amarrado todo en mi cabeza, los cientos de días sangrando mi cabeza

Pero ya no puede ser que se me caigan más, que son tantos días, que es muy duro, terriblemente doloroso, estar como una roca tontamente colgada en un acantilado, sin nadie que recoja la piel que se desgaja, que cae, y que se pierde.

No sé, lo único que sé es que le pienso

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