5.11.10

Carta Primera



Vida:

La muestra de tu presencia-ausencia me conduce a sumar una prenda más a mis sencillos ropajes, para luego salir a la calle inevitablemente desnudo. Es por ello que tengo esta urgente necesidad de escribirte esta carta primera e iniciar nuevamente este andar en la senda de las letras, este espacio donde ambos hemos sido citados por el destino.

Llueve, no sé por qué, pero llueve a cántaros y aún está por amanecer. Esta lluvia de hoy no estaba anunciada por aquellos que a diario nos hablan del clima y sus repercusiones y, sin embargo, me contenta mucho que así sea, porque está marcado que nuestro encuentro definitivo será en una lluviosa y fría mañana cuasi invernal. Aún desconozco la fecha elegida.

Así, como es costumbre, salgo de casa con lo puesto, llevando conmigo el único equipaje que se me está permitido para este viaje que juntos debemos hacer en el vagón de un tren que el destino, no sé por qué, tiene reservado para ambos en un momento de nuestras vidas. Tu bien sabes, por las muchas e interminadas conversaciones sostenidas durante nuestros furtivos encuentros, que ese tren no es un tren cualquiera como el Eurostar o el Thalys sino que se identifica de manera muy especial con el nombre bonito de El Tren de los Sueños.

¡¿Qué manera tan extraña la forma utilizada por el destino en su comportamiento hacia nosotros, verdad?!

Y yo, que tantas veces me he negado a aceptar esta gran verdad, y otras tantas, he luchado en su contra para no darle el gusto de salirse con la suya, he terminado por verme envuelto en esta locura de ansias, nacida toda ella de mis deseos, de mis delirios, de mis sueños, en los que eternamente me encuentro contigo para, únicamente, vernos a los ojos, sonreír a un mismo tiempo, tomarnos de las manos, hablar de lo que queremos o no queremos, de aquello que nos gusta o disgusta y, sin llegar nunca a besarnos por consideración a lo que somos en el mundo de las contrariedades, finalmente de forma subjetiva vuelves tú a ser quién eres y yo a ser quién soy…

¡Qué cosas tiene la vida en esto de los sentimientos llevados en el corazón y vividos a flor de piel tras el cristal transparente de los sueños tenidos por reales!

Por no haber nada en tu vida que me sea indiferente, bien conoces de mis consideraciones, de mi insistencia y apego a una aventura eterna, dada toda ella entre aquello que bien conozco y lo que estoy seguro llegaré a conocer si, llegado el momento y después de mucho acudir al andén donde estamos llamados a reunirnos, alcanzamos juntos a subir a ese Tren de los Sueños tomados por reales.

Puedo decirte ahora, y haciendo hincapié en lo dicho con anterioridad, que no sabes con cuánta ilusión he vuelto una vez más a abrir el armario de mis locuras para tomar, como lo hiciera en alguna oportunidad, esa maleta siempre dispuesta para ello, donde guardo, de manera protegida, aquellos sueños e ilusiones que han venido a darle alimento a mi alma entre letras y palabras, entre música y vino; pues qué otra cosa más puede hacerse necesaria, cuando es todo su contenido la ropa que viste la desnudez de mi cuerpo, el calzado que permite dejar huella de cada uno de mis pasos, y el único medio maravilloso que en verdad me hace libre.

Y, aunque doy por contado que de sobra lo sabes, quiero decirte hoy cuando retomo la senda, que tengo de todo conmigo, pero en realidad carezco de todo si, saliendo en tu búsqueda una vez más, vuelvo a casa cargando con mi maleta de siempre, por el hecho de no reunirme contigo; pero también alegre y muy animado en el fondo, porque sé que regresaré una vez más a lo mismo, con la ilusión de poder abrazarme a ti en ese anden de los sueños donde estamos llamados por el destino a reencontrarnos…

Corren en sus prisas las manecillas del reloj que tengo cercano al lugar donde habitualmente me siento a escribir, y casi estoy a punto de escuchar el chillido que ha de anunciar la hora que está pronto a llegar…

Debo. Tengo que parar. Ya no dispongo de más tiempo para seguir escribiéndote por primera vez en este papel de cristal líquido. Eso sí, aún gozo de unos segundos para rematar esta primera carta liberada, gritando y suspirando a los cuatro vientos tu nombre, así como lo hago todas las mañanas, ya te lo he dicho en algún mensaje; aunque con el dolor vivido de no poder decirlo aquí, tu sabes, por el recurso literario del misterio.

Correré entonces a tomar de esa taza de café que me espera en la jarrita metálica de la cocina, no importándome que su contenido esté frío en el momento de consumirlo. Luego, y porque es lo debido, lavar de inmediato la cafetera, el recipiente utilizado y también la cucharilla donde agregué el azúcar, por eso de no querer dejar nada sin hacer, para finalmente, y porque así reza el programa, colocarme las vestiduras de hoy. Cargar con la maleta de los deseos y llevarla en un compartimiento cercano al corazón. Abrir la puerta de casa, apagar la luz del pasillo, pasar la llave, tomar el ascensor. Salir a toda prisa.

Y como acto concluyente plantarme en la calle, pensando en el día en que me encontraré contigo para abrazarnos, subir juntos a ese último vagón del Tren que nos conducirá a … no sé, dímelo tú

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