11.2.11

Confesión II



Se hacen cartas de amor a cualquier hora

No puedo recordar cuando empecé a sentir esta obsesión por las palabras escritas. De niño había descubierto que las palabras que sólo son dichas desaparecen, pasan a formar parte de lo intangible, se olvidan. Solo lo escrito es patrimonio de lo eterno, en las plazas, en los lugares abiertos o cerrados; las conversaciones que día a día sostenemos quedan en ninguna parte, la memoria lava esos diálogos, los modifica hasta el cansancio.

Más tarde aprendí el valor de las palabras que en una misiva se pueden guardar entre nuestras cosas sagradas, retomarlas de vez en vez. Y pocas emociones son tan poderosas como esas que se experimenta al volver a leer una carta de amor. ¿Te ha pasado?

Para el que las escribe es igual. La más genuina desesperación para mí, sigue siendo la del enamorado frente a la página en blanco, sin encontrar las frases perfectas al momento, a veces sin saber que decir porque, toda su vida, depende de una carta, su felicidad depende de una carta. He visto muchos ojos apagados, manos inquietas, síntomas de la angustia. Escribir es comprometerse a calmar esa soledad, a reconstruir historias. Pero sobre todo es alguien a quien le interesa mucho la persona que ha venido, dejando atrás el pudor, a hacerlo partícipe de su problema. Entrar en la vida de una persona es también, de alguna manera, apostar para cambiar o dar aportes a esa historia.

En éstas recientes madrugadas extremas, rememoraba lo recientemente vivido y esta necesidad de seguir comunicándome contigo en palabras. Pues, contigo, se hacen cartas de amor a cualquier hora.

Quizá todo lo dicho arriba pueda parecer absurdo o complejo; pero es esa complejidad, la del ser humano, lo que le hace ser tan maravilloso. Resulta una aventura extremadamente difícil entrar en ese enmarañado mundo de sus sentimientos, porque no se sabe nunca cuál será la próxima reacción; gracias a ello cada palabra que escribo para ti me resulta ser todo un esfuerzo, porque desconozco el curso que tomarán las circunstancias.

Cada día me tengo que armar de profundidad para poder enfrentar cada escrito, cada palabra que crea, más que correcta, perfecta para expresar lo que siento por ti, pues no quiero estos ejercicios tengan alguna deficiencia con la forma, el fondo, morfología, sintaxis y hasta extensión.


A veces cuesta pues hay sucesos y situaciones que suelen ser fantásticas, por ejemplo, ¿cómo se explica que a tu lado el tiempo no pasa o escapa demasiado rápido, el deseo de estar allí quieto, muriendo por dentro y al mismo tiempo, disfrutando de tu presencia?; ¿cómo se explica que yo, quien nunca he sido una persona nerviosa en exceso o débil, me desvanezca y tema de esos silencios repentinos, pero a la vez aterradores e insinuadores en que caemos a veces y del que comienzo a deducir estupideces infundado por mis propios deseos?; ¿No te has percatado que cuando esto sucede las palabras salen de mi boca sin sentido alguno y hablo sobre cualquier tema para alejarme de ese mutis que me ahoga y me impulsa a actuar deliberadamente? ¿Cómo pudiera explicarme la transformación sufrida en mis sentimientos y cerebro por tu alma?

Por eso hoy, y aprovechando pedir deseos por mi onomástico, quisiera tener el poder de la palabra para hacerte ver todo esto, pero soy un simple “manipulador” del idioma, a quien las palabras se le escapan por temor a ser mal utilizadas. Ojalá pudiera “soltar” todo esto de otro modo, pero no lo conozco, y mis sueños no son una buena vía de escape. Ahora quisiera decirte tantas cosas que no sé qué escribir, como también sé que luego, en medio de mi insondable soledad, recordaré detalles que escaparon, quizá sienta remordimientos o arrepentimiento por no haber dicho más de lo que dije.

No sé que me pasa, este sentimiento me vuelve loco, me transforma… y me encanta, pues va más allá del deseo y más allá de lo emotivo. Siempre viene cargado de sueños con imágenes tan reales que termino en erecciones húmedas –sí, lo confieso- oliendo a ti y todo se va al carajo. No hay una noche de tranquilidad desde que esto me está sucediendo, tú me visitas siempre y al final solo me quedan los deseos insatisfechos que escapan entre mis manos en juegos que liquidan mis capacidades y me impulsan a buscarte en otros cuerpos que solo obtienen de mí el placer y mis arrepentimientos.

No sé que sucederá si ese sentimiento es o no mutuo, ahora no puedo pensar en el después, porque el solo pensar es como una espina; así que dejo al destino y a ti nuestras vidas. Suceda lo que suceda nunca te dejaré de pensar o soñar y estaré más tranquilo y en paz conmigo mismo aunque mi vida no será la misma sin ti, porque aprendí a amar el mundo a través de tu sonrisa, tu olor, tus problemas y triunfos. Y es así porque así lo quiso el destino, que creyó encontrarlo todo en ti... y no es mentira.

Mientras tanto te haré caso. “Escribe, escribe, escribe”… Espero que siempre tengas ganas de leerme…

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