9.2.11

Confesion I

Qué obsesión la mía: parece que han pasado meses, años o unos cuantos siglos; parece que he vivido eternamente entre sus brazos y aún me cuesta no abrigarlos desde lejos. Hoy hurgaba aquí, en mi cuarto, tratando de encontrar sus ojos y cada objeto era una pupila abierta, un iris como el suyo que volteara. La noche y los deseos pesan en la yema de los dedos y su recuerdo me asalta constantemente el pensamiento, porque su ausencia es un peso que siempre llevo conmigo lastrado en las ansias; que sólo desean ardientes el encuentro contigo, la intima complicidad entre los dos y los sentimientos compartidos. Anhelo contemplar nuevamente la armonía de sus curvas, la belleza de sus contornos, lo etéreo de su carácter, las sensaciones experimentadas cuando me toca o el sabor tan bueno de sus besos.

Por ello, confieso que mi alma se encuentra tan íntimamente ligada a la suya adorándole sin concesiones, queriéndole sin el más mínimo resquicio de duda, respetándole en las decisiones que tomes aunque a veces me sean difíciles de comprender. Siento hoy que le conozco más, por ello no ceso en superarme a mi mismo en el empeño de ser persona ante todo, y quererle inmensamente sin caer en el egoísmo de sólo ver las cosas desde mi punto de vista.

Como de tedioso me resulta el tiempo sin que mi mirada pueda avisar la armonía de su cuerpo, la proporción de su pecho, su vientre y sus piernas o la dulce y armoniosa expresión de su rostro que sólo denota la calidad que atesora y las caricias tácitas que siempre me brinda sin la más mínima concesión de mi parte. Ojalá tenga yo la suerte de vivir muy cerca de ella el tiempo que el destino me otorgue y sea yo portador de aquella musa que ensalce todas sus cualidades, y que yo sepa expresarlas en su justa medida, como justos se hagan los celos que siento hacia cualquier mirada que le cruza y que, aunque a veces no lo exprese, se hacen adobes mellados de desconfianza.

Es justo pedir a lo más divino que siempre quiera a esa mujer, porque me ha dado argumentos de sobra para hacerlo. Al escogerte no me he equivocado y fortalece mi convicción de que adorarte desde el primer momento ha sido un placer y me ha reportado numerosas satisfacciones, que me han aportado un torrente de ganas que en algunos instantes creía perdidas y que hacen que quiera vivir intensamente cada instante como si fuera el último, sin pensar en sensaciones de culpabilidad o duda que perturban la verdadera condición de mi personalidad. Por eso quiero que en nuestra aura reine lo sublime como insignia de vida y fe en que la existencia se debe basar en el amor y el respeto mutuo del uno al otro, como desembocadura hacia la felicidad; esa palabra que todo el mundo busca y que pocos encuentran en esta vida tan difícil plagada de dificultades y obstáculos.

Mi propósito es vivir junto a ella cada instante con la mayor intensidad que nos permita el tiempo y las circunstancias; porque la vida se va sin darnos cuenta y llega el momento en que la rutina y la desidia entran en los corazones, naturaleza humana; por lo que yo quiero tener encendida constantemente la llama de la pasión irrefrenable que siento hacia ella, por esa belleza que posee para que las palabras no tienen la suficiente capacidad expresiva para llegar a describir. Por ello le prendo brasas al espíritu, para que esta sublimidad no desaparezca y reafirme perennemente lo que siento hoy, que estás constantemente en mis pensamientos y que la vida me ha enseñado que pasa por nuestra vía un tren bueno y ése es el que hay que tomar.

Si me preguntara cómo estoy, le contestaría que vivo en la ansiedad de tenerla junto a mi desnuda, disfrutando de la suave armonía de sus curvas y la dulzura de sus caricias, así como el sabor especial de sus besos que me brinda su boca sin pedir nada a cambio, musa que inspira a mi espíritu en las decenas de cartas que he dedicado a ella, porque un corazón en llamas no teme calcinarse expresando lo que siente por la persona que adora y que fluye en su pensamiento, haciendo que la inspiración ronde su cabeza y la dicción no cese por el deseo.

Cada día me interrogo a mi mismo cómo puedo subsistir sin que la suave brisa de su aliento acaricie mis sentidos a diario, llevándolos a un éxtasis indescriptible. Es, en definitiva, brújula de estas trepidantes andanzas, con esa belleza eterna que supone ser el referente del firmamento. Todas mis acciones llevan ese hilo conductor de complacer sus más íntimos deseos, buscando el tiempo muerto para que la llama no se extinga ni la monotonía plante bandera, para que se mantenga esa complicidad compartida que poseemos, por lo agradable que me resulta tu compañía, por las horas fugaces en cada conversación, por el brillo incesante de tus pupilas, porque sin lugar a dudas eres la mujer que el destino me signó para la entrega con el convencimiento que mi decisión se hace acierto en el devenir de mi vida, porque me ha demostrado que la autoridad moral de una persona se demuestra por sus acciones, y ella lo ha demostrado con creces.

Agradezco sentir lo que siento por ella y, como barco de vela, al hundirse en la rutina, es ese sentimiento el que hace que el corazón torbellino despierte y luche incesantemente por obedecer a esa pasión que me arrastra a esta locura encantadora, a esa felicidad vivida en ella a la que no puedo renunciar por nada de este mundo, incluso a mi propio orgullo, y soñé que estaba abrazado a ella y solamente pensaba en cubrirle de besos y caricias que no tuvieran fin, en un arrebato de éxtasis personal que quiero repetir en nuestros escondrijos improvisados, donde las confidencias y complicidades se desprenden de las vestimentas. Porque en esos encuentros furtivos la luz ilumina las ilusiones de que nuestros cuerpos se unirán nuevamente en un arrebato de sensaciones inigualables, para sentir que ella es para mí y soy yo el que la posee; pero me conformo porque soy la persona más afortunada de este mundo, porque está, y el tiempo se me pasa sin sentir mi propio cuerpo.

Le comento a mis delirios como me gusta quererle, encontrarle, buscarle, pensarle…esa costumbre de hablarle aún cuando no está presente. Les pido que juegue a que me diga que me desea, y se altera mi egoísmo, egoísmo por poseer su hermosa figura, su expresión tierna, su sonrisa vivificante, su condición de mujer maravillosa, atenta, cariñosa, inteligente, sublime, desgarradora…amante. Muero por ver cada día esa mirada transparente de sentimientos, desnudar quiero tus pensamientos para compartir todas tus pasiones, dudas, miedos, preocupaciones, ilusiones, esperanzas, proyectos, éxitos y hasta fracasos. Esclavo quiero sentirme de sus deseos, hundiendo el arrebato en su piel de océano. No deseo olvidar sus besos, tu olor, ese paisaje de su cuerpo. Y que no se asuste, que beba del licor de mi vida a sorbos pequeños para que los saboree con la intensidad debida.

Como me gusta quererle, y hace mella no amanecer a su lado cada día. Vuela mi imaginación para ilusionarse en su imagen, alma aprisionada por fundirse con ella, y cómo disfruto en cada uno de los encuentros de los dos y que duras se me hacen las despedidas al separarnos y le digo “cuídate”, el pecho hace taquicardia de amarguras.

Hoy por hoy te llevo prendida en mi piel, remanso de mis sentidos, que se relajan instantáneamente con su voz de fiel amante que susurra al oído bocanadas que extasiaron mis sentidos y me prendaron instantáneamente, como cuando tienes una premonición sobre un ser especial que te llena de buenas vibraciones. Comprendo que este regalo que me da la vida no lo podía desaprovechar en cada rincón de la cama en la que los dos yacíamos. Me dio miradas de mujer ardiente y fui dejando vencer mi voluntad para entregarme, y fui al mismo tiempo entregándole la vida, y me olvidé de mi mismo para perderme dentro de ella, a amarle en cada forma de pasión que me pidió y se quedó allí, plantando bandera, como cuando se encuentra dormida después de hacer el amor, calmando el dolor de las contrariedades.

En este momento que estoy tocado por la musa del delirio, quiero saciar la locura de mis pasiones en la sugerente duna de su desnudez, para llenarle de ternura, hacer incursión en tu vientre y que en mi alma el pensamiento dicte que es tan inmenso tenerte que las palabras tienen imposibilidad para expresarlo.

Como habrá calado en mí que las noches son insoportables y los sueños no pueden apoderarse de mi cuerpo; cómo se habrá introducido en mí que no duermo y mi pensamiento sólo esta clavada en ella, con una certeza indiscutible que nadie me podrá arrancar y que el tiempo no hará disipar todo lo que siento en estos momentos, cuando entrego esta primera confesión de amante.

Le tengo tan presente, tan innata, tan llena de todo y cada cosa, de cada instante y de cada aroma. Aún esas sonrisas me revolotean y no sé cómo o con qué pedazo de ella misma se revuelcan en mi sien. ¿Será que la dejó abierta y cuando vuelva le dirá: “ven, no te vuelvas a alejar”? ¿Y me regañará hasta besarme y me sermoneará como a un chiquillo que al final abraza y contiene? ¿Qué me dirá entonces? ¿Que sus lágrimas me las llevé en un baúl y sólo esperanzas dejé para alegrarle?

A veces platico con la nada, y le comento y le interrogo y le cuestiono y los muros me miran con asombro. Y es ese sentimiento de que hay algo escondido o algo en él que responde a mis reclamos. Al fin su presencia se ha vuelto indispensable para todo.

¿Qué más decir al viento? ¿Qué más decir al fuego? ¿A quién sus labios rosa, brillando, con un faro han serenado? ¿De dónde emergen las yerberas que cantando en mi mente he imaginado?

¡Sí!, qué obsesión la mía por quererle y saber que hay algo en ella que a mí me mueve. Donde esté, donde ande, donde guarde sus caricias, basta un nombre, y es el tuyo, para ser la más dulce delicia que nutre, fluye y se desvive en mi sonrisa.

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