15.4.10

Mujer panzona y con barba


Me llamo Andrea, pero de cariño me dicen "Nena". Adoro ese diminutivo: es, ay, no sé, práctico, cariñoso, súper femenino. No me gusta ventilar mi edad. Me parece socialmente innecesario. Pero, bueno, para efectos de esta presentación lo diré una sola vez: tengo 28 años (y muy bien vividos y transpirados, por si acaso).

Desde luego que no los aparento. Es más, todo el mundo me calcula, máximo, 24 o 25. Debe ser porque me cuido todo el tiempo para estar lo más divina posible. Cuatro veces por semana voy al gym, hago cardio, hago sentadillas, hago Pilates, hago spinning, tengo el Wii Fit, hago tae-bo, hago bailoterapia, uff, hago de todo. Obvio que también me someto a una dieta permanente: como sólo la clara de huevo en las mañanas o mi Special K -del negro, que es el que rebaja-, y en las noches, un atuncito con galletas de soda (Ojo, solo dos, para no abusar). Y en el almuerzo, mi pollito a la plancha con ensalada.

Como cualquier chica, odio estar flácida, odio la celulitis, y ahora que vienen las vacaciones odiaría que mis rollos se desborden y cubran las tiras del bikini nuevo que compré. Se vería fatal.

Me encanta ir a la playa, pero siempre tengo que pensarlo dos veces antes de meterme en el agua. Mientras una está echada en el pareo todo está bien: te engrasas el cuerpo con bronceador, te echas un poco de crema protectora de rayos ultra violeta, otro poquito de bloqueador, y te relajas para que el sol te deje bien perladita. Pero al momento de ir al mar, ay, siento que todo el mundo me mira y, no pues, no hay forma de que me vean fofa ni descolgada.

Alguien podría decir que soy una frívola, una superficial, pero no es cierto. ¡Me gusta sentirme bien! Por eso también, antes de dormir, me pongo crema humectante, crema exfoliante, y crema revitalizadora con esencia de vainilla. Antes, lógico, procedo a depilarme las axilas y las piernas y me pongo aloe con doble poder hidratante en todo el cuerpo.

Lo que más detesto es tener que afeitar el bigote horripilante que me crece debajo de la nariz. Es un bozo duro y necio. Tengo una amiga que dice que no se nota, pero tengo la sospecha de que me miente. No sé si para no hacerme sentir mal o para que no me vea más bonita que ella y le robe las miradas. Ya saben, las mujeres nos podemos querer mucho, pero en el fondo somos un poco celosas y competitivas.

Yo adoro a mis amigas, a Mary, a Jenny, a July, a Sofi… en menos de dos años, ya se casaron toditas, y algunas, por apuradas, ya se están arrepintiendo. Fui testigo de la mayoría. Pero eso sí, son unas tontas: casi todas se casaron con el primer pendejote que les aseguró la vida. Es alucinante. No estaban enamoradas, simplemente se sentían seguras y agarraron viaje.

No meto en el saco a Stéfany, que se casó con Luis, que es un excelente partido: bello, con buen trabajo, emprendedor y súper tranquilo. En cambio las demás, ay Dios: sus maridos son unos vacíos, atorrantes, ególatras y le echan los perros a cualquiera, pero, claro, como todos juegan ganan plata, tienen unos súper puestos, casa en la playa y viajan a Europa o Estados Unidos de vacaciones, mis amigas prefieren hacerse de la vista gorda. Yo, la verdad, no los trago mucho, pero soy una hipócrita profesional.

Pero a la que más quiero es a mi amiga Lucy. Es como yo: más independiente y libre. Nos acompañamos mucho aunque, en el fondo (esto nunca lo reconocemos salvo cuando estamos ebrias), las dos quisiéramos encontrar alguien que nos quiera. No cualquier hijo de vecino tampoco. No se trata de estar con un idiota para salir del apuro. En todo caso, preferiría volver con mi ex, que –aquí entre nos– es otro imbécil. Un día, después de tres años de relación, me salió con el cuento de que se sentía asfixiado, que no estaba seguro de que él fuera el hombre para mí y no sé qué tantas mamaguevadas más (perdón que lo diga así, pero cuando me acuerdo de él se me sale el Lina Ron que todos tenemos por dentro). Obvio que lo corté. “Mira, papito, si no sabes lo que quieres después de tres años, no me hagas perder más el tiempo". Y listo. Neeeeeeeeeeext. Y que quede claro: él me dijo para terminar pero fui yo la que tomó la decisión. Mis amigas dicen que por lo menos me fue sincero, pero, no sé, es el hecho pues.

Ahora está correteando niñitas con las lolas operadas en discotecas. Qué patético. La vez pasada me lo crucé de lejos en un café, pero ni me acerqué. Me dije a mí misma: “Nena, tú quieta, ni lo mires; ante todo, actitud”. De reojo lo vi más panzón y un poco más calvo. Me alegré en silencio por su deterioro. Yo, felizmente, estaba con un grupo de amigas, súper relajadas, tomando unos Baylis. No voy a negar que a veces lo extraño y me provoca llamarlo, pero eso jamás se lo diría. Primero muerta. Una tiene su dignidad y tiene que darse su sitio.

Además, no es el único flaco del mundo. Hay hombres por todos lados. Lo malo es que en Caracas cuando tienes más de 30 ya te hacen sentir vieja. Los chamitos son muy inmaduros y los más viejos, o ya están comprometidos o no quieren comprometerse. Y los pocos chicos guapos que están solos, casi todos son abiertamente maricones. Es una vaina.

Por otro lado, para qué negarlo, la competencia es dura. Las chamas de ahora están todas regias. Todas estilizadas las malditas. Y yo –con el dolor de mi ego– sé que ya no estoy tan apetecible como cuando tenía 20. O sea, fea no soy ni recién levantada, pero ya no es lo mismo. Antes era sumamente exigente, ahora, en cambio, le jalo bola a algunos tarados solo para sentir que aún soy atractiva, que aún puedo seducir. Si tuviera que hacer una sincera descripción física de mí misma, diría que soy atrevida. Con tetas y un trasero que es un delirio. Yo sé lo que tengo. Por eso me cuido.

Cuando llegan los fines de semana extraño horrores a mis amigas. O sea, siempre tratamos de juntarnos, de desayunar en Boston Bakery, o de almorzar enun buen sitio en El Hatillo, o tomarnos unos vinitos en Café Olé, pero no es lo mismo. Se casaron y se perdieron las ingratas. Y ni loca voy a estar yendo al cine o al teatro sin nadie, como una pulgosa antisocial que no tiene con quién andar.

A veces extraño a mi mamá. Creo que ella está más angustiada que yo con el asunto de mi soltería. La única que está verdaderamente feliz de que yo ande solita es “Canela”, mi perrita, una fox terrier muy coqueta, despistada y tragona. Siempre anda con la cola levantada, alborotando a los perritos del vecindario. Para ser perra es bien zorra. Me muero por ella. También la extraño muuuuuuuuucho!

Además de ir al gimnasio, me la paso organizando fiestas, baby showers y despedidas. Me encanta hacerlo porque ahí me encuentro con todas mis mejores amigas y nos tomamos un trago, chismeamos y nos cagamos de la risa. Bueno, también nos mentimos un poco subrayando lo muy felices que estamos, lo divinas que nos sentimos, etcétera, pero ya me acostumbré. En Caracas, si no mientes, estás frita. Tienes que decir que tu chico, tu novio o esposo es un príncipe azul aunque en el fondo solo sea un sapo que se la pasa eructando y haciéndote la vida imposible.

En esas reuniones nunca falta el fotógrafo de Sociales que aparece en la mesa y todas, automáticamente, cambiamos nuestra cara de pompi y ponemos nuestras sonrisas más triunfales. Me gustan las fotos, porque la gente ahí siempre está alegre y yo me considero una chica profundamente alegre. Me gusta tomar cientos de fotos, luego las publico en el Facebook, ‘taggeo’ a todas mis amigas y después me pongo a esperar el comentario de algún amigo para ligar un poco. Es tan nice el Facebook, aunque últimamente me llegan invitaciones de unos loosers del colegio a los que ya no quería volver a ver en mi vida, como un tal Andrés T, al que encontré gracias a mi amiga Valery. El tipo escribe en un blog y lo estuve leyendo un poco. Tiene escritos que creo que son para una chica y otros un tanto más serios, pero graciositos. A veces creo que el tipo debe ser un bobo y un feo, pero igual me río.

Bueno, ahora sí mejor me despido, porque en media hora empieza mi clase de bailoterapia y no quiero llegar tarde, sino el profesor me mata. A propósito, ese profesor siempre me está mirando. Es un buzo. Creo que me tiene ganas.



(..............) Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa (............................)


Fue ahí, justamente ahí, mientras bailaba reggaetón metido en una malla muy apretada, que me desperté de un angustioso sobresalto. “Mierda”, murmuré, sin salir completamente del sueño o, mejor dicho, de la pesadilla.

Había soñado que era mujer, qué digo mujer, había soñado que era un Toronto con tetas y que tenía una horrorosa peluca tipo Bon Jovi, y que escribía un post limítrofe y muy ordinario contándoles a todos los lectores mis ideas y experiencias más delirantes. Qué susto.

Después de la impresión vino la carcajada, porque recordé que en el sueño aparecían, involuntariamente travestidos, varios de mis amigos y hasta el pobre de Bandido, mi pobre perro, que habrá sido muy malandro y muy feo, pero era muy machito.

No sé si alguna vez los señores que leen este post se han puesto a pensar cómo serían si fueran mujeres, o si las señoritas han imaginado cómo serían si fuesen hombres. En lo que a mí respecta, esta pesadilla ha sido un duro escarmiento. Felizmente estoy muy cómodo siendo hombre. Si fuera mujer, sería una loca insoportable y bipolar.

Todavía con sueño me deslicé hasta la cocina para tomar algo que me recompusiera de la resaca de tan oscura fábula onírica. Mi tía entró y me preguntó qué me pasaba, que por qué tenía esa cara de mono castigado. Le conté todo y al final la provoqué: “¿te imaginas cómo sería yo en versión femenina?” Ella se cagó de la risa y me regaló un inmejorable cierre para este post.

–Qué asco. Serías una treintona resentida.

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