14.3.10

Tu cara me es familiar


...Últimamente (te) sueño muchísimo

Según los psicólogos, las personas que se nos aparecen en los sueños son rostros que alguna vez hemos visto. Si en tu sueño cantas una canción perfecta sobre un escenario, por ejemplo, cada uno de los veinte mil rostros de la multitud que te aclama pertenece a gente que pasó por tu vida: actores de antes, compañeros fugaces de la primaria, la chama que estaba leyendo a Coelho en el metro con cara de intensa, una maestra suplente de música que salió del salón llorando, etcétera.

A veces me da por pensar que cuando nos quedamos solos en la mesa de un lugar, o parados en una esquina distraídos con el vaivén de las caras ajenas, sin pensar en nada pero atentos al tumulto humano, lo que estamos haciendo en realidad es el casting de aquellos rostros con los que iremos a soñar la semana que viene.

—Este sí, porque tiene una calva graciosa; esta no, porque le faltan tetas; a esta vieja la llevo porque puede funcionar como abuelita macabra...

Sin querer, quizá automáticamente y al descuido, buscamos personajes secundarios nuevos para algún sueño multitudinario, de esos con gran cantidad de extras, con cambios abruptos de paisaje y explosiones.

Posiblemente las personas que tienen el lujo de poder dormir la siesta no tengan necesidad de hacer estas búsquedas de roles no protagónicos, porque quienes duermen más pueden ir gastando los personajes del casting durante el día, y tendrán dos o tres personajes fuertes: el padre muerto que regresa, un@ ex novi@ que se convierte en el actual, el tipo que vende el periódico que te persigue con un cuchillo...realmente no lo sé. Lo que sí creo saber es que los que tenemos la costumbre de dormir poco y profundo somos muy dados a la producción onírica de alto costo, a los espacios infinitos, a los argumentos culebreros.

Los sueños de la noche son más intensos, más duraderos, más creíbles y generalmente más agradables que los de la siesta. Eso sí: si te toca una pesadilla, agarráte de la sábana con ambas manos. Las pesadillas de la noche, por alguna razón, ocurren con tanta nitidez, y el argumento es tan hijodeputa y certero, que una vez que te despiertas estás todo el día con una sensación fea, como si realmente hubiera pasado algo irreversible en la vida real. Como si hubieras pisado pupú de perro y ahora te quedase el tic de caminar por la alfombra pidiendo perdón.

La misma sensación de realidad, pero esta vez acolchada y feliz, ocurre cuando el sueño ha sido erótico o de amor. A mí me está pasando mucho recientemente, que me despierto de la cama completamente enamorado, mucho más que el día anterior. Recientemente soñé que la tenía frente a frente, estaba desnuda, sus ojos brillaban y tenía una cara mezclada entre entrega perversa y necesidad de protección. En el sueño no hicimos nada, pero me dejó al despertarme una sensación feliz de amor verdadero y sensual. Y sin querer, un hueco de frustración que me duró hasta que me agarró el hambre de la cena.

En la noche, el subconciente nos proyecta más bien cortometrajes, seis o siete sueños seguidos, pero cortitos; alguno es de terror, otro medio alegórico, a veces reponen dos o tres simpáticos, y otros que te vuelan la cabeza, que te despiertan de sopetón o que te haga pensar en la inmensidad del destino o en la necesidad de ella en tu cama. A diferencia del sueño de la siesta que es quizás demasiado disperso y poco intelectual, y lo único que tiene de bueno es que a veces resulta de un simplismo tan absurdo que le encuentras la vuelta. Inclusive, la mente está fresca -o en stand by, porque sabes que dentro de un rato debes levantarte a trabajar o hacer cualquier cosa- y hasta tienes la posibilidad de adecuar el sueño a tu gusto, para que se acabe rápido: le pones un paisaje que te guste, empiezas a buscar mujeres por los costados del sueño para tocarles las tetas, lo que tú quieras. Empiezas a ser el guionista omnisciente de tu propia fantasía.


Ser el escritor de tus propios sueños está muy bien: lo malo es cuando lo quieres plasmar en letras en la vida real. Cuando pasa eso, la deformación te lleva a creer que algunos sueños son adaptables al cuento corto o la novela. Es triste pero ocurre: la mayoría de las veces, los que intentamos escribir nos despertamos convencidos de que lo que acabamos de soñar es "La Historia Perfecta". Es tanto el convencimiento y la alegría que ello nos produce, que nos arrastramos tambaleando a buscar el primer cuaderno o papelito, y empezamos a anotar como locos cada detalle de la trama onírica, antes de que las últimas hilachas del recuerdo desaparezcan.

Yo tengo cientos de estas anotaciones, y todas son más o menos de este estilo:

viajába en un tren,
a una vieja le habian robado la cartera,
después estábamos en Barquisimeto
y la vieja era un perro.
yo descubro que el perro no estaba en el tren
entonces la cartera aparece
¡Nada cuadra!
(también estaba Mónica Bellucci)

Es horrible el momento en que, de pronto, estás completamente despierto y lo que te había parecido el mejor cuento policial del año no significa nada. Que todo aquello que parecía unirse como el engranaje de un reloj suizo era una cagada, o una alucinación. De todas maneras yo, por las dudas, no borro esos apuntes, porque capaz que juntando cincuenta o sesenta idioteces de ésas un día me sale un libro de versos vanguardistas. Uno nunca sabe por dónde anda la poesía moderna en este momento.

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