14.7.10

Las Rara Avis: Una tertulia vía Skype


En estos días he tenido un pensamiento recurrente: Siento de un modo fatal, que estoy a punto de dejar para siempre la juventud –aunque mis más cercanos sostienen que ya yo boté eso por el bajante hace bastante- y entonces le pedí a un amigo de esos de toda la vida y que lo conocen a uno desde el gateo, un favor muy grande. “Quiero dejar constancia de esta época”.

Lo que le pedí era tan absurdo que no pudo negarse: Le dije que necesitaba que él me hiciera tres entrevistas de doscientas páginas cada una, la primera ahora, otra a los cuarenta y ocho, y la última a los sesenta y ocho años. Nadie me conoce mejor que tú —le dije—, y además no tienes plata para hacerme un regalo como la gente.

Mi amigo aceptó con muchísima gracia y hasta dijo que le parecía un reto. Siempre ha dicho que yo sería un entrevistado insoportable, disperso y evasivo. Así, iniciamos la tertulia vía Skype la noche del martes (13 de julio de 2010), conviniendo que volverá a reanudarse, si hay suerte, en las mismas fechas de los años 2030 y 2060, completando de este modo la trilogía Juventud, Madurez y Senectud.

Inicialmente comenzó a preguntarme sobre cómo estaban mis cosas, cómo había evolucionado en el trabajo y si aún tengo la idea del libro en la cabeza. Tratando de responder a esas inquietudes, no sabemos cómo, caímos en el tema de las mujeres. Lo que sigue es la reproducción de ese intercambio visceral.

ÉL—¿Por qué, de entre todas las mujeres que ves, te han gustado siempre las mujeres serías, con responsabilidades y hasta con hijos, y no las que estén dispuestas a vivir la vida loca todos los días, sin compromisos ni obligaciones? ¿Por qué te gustan las mujeres que van por la calle con un yeso o con algún defecto? ¿Por qué te gustan las chicas que van recataditas y no con un buen escote? ¿Por qué notas belleza en eso, y no en la belleza top model, que muchas veces ni te calienta?

YO —Es necesario que las chicas que me gustan a mí, en algún momento de su vida, hayan atendido la casa un sábado en la noche, que no se hayan rebelado a esa obligación, y que incluso —al atender— lo hagan con simpatía. Las chicas que me gustan a mí tienen que haber pasado por la experiencia de que el padre, o el abuelo, les hayan pedido que atiendan el negocio familiar, y que ellas hayan pensado en la familia. No tienen que ser una esclavas de la casa -pues también es imperante que disfrute del mundo contigo-, pero se que una mujer con ese nivel podrá siempre estar pendiente de ti en cualquier escenario

ÉL —¿Y las enyesadas o defectuosas?

YO —¡Eso de defectuosa está muy fuerte! Jajajaja. Ojo, no me gustan todas las chicas enyesadas o “defectuosas” que andan por la calle, sino las que van con un yeso o su “defecto” y parece que no. Esas, me gustan. Son mujeres a las que no les importa andar por la calle mostrando que ayer se tropezaron y se cayeron. Eso habla muy bien de ellas.

ÉL —Una vez me dijiste una frase célebre. Una definición perfecta sobre el tipo de mujer que te gusta. Me parece, además, la única definición exacta.

YO —¿Qué te dije?

ÉL —Me dijiste: “Yo me enamoro para siempre de una mujer que le guste el arte, el vino, los boleros y la trova”

YO —Y es la puta verdad. Eso es mucho mejor que tetas grandes. Eso es belleza. ¿Sabes qué hay en una chica que le guste el arte, el vino, los boleros y la trova? Hay una sensibilidad tan grande que no podrías aburrirte de ella nunca. La posibilidad de que alimente la relación con delirios no comunes. La cantidad de rockolas y potes de mediecitos que va a haber. El otro extremo es la Cicciolina, porque lo primero que les muestra a los hombres es el pezón. Con esas mujeres está todo mal.

ÉL - ¿Una mujer que te haga pensar?

YO- Más bien que me ponga a soñar. Como diría Girondo: "No aceptaría que no supieran volar"

ÉL—Esta clase de mujer de la que hablamos podríamos definirlas como “Bellezas Parciales”?

YO – No, si tuviera que ponerles un calificativo, yo las definiría como “Rara Avis”. La personalidad de una Rara Avis es arrolladora (y eso a veces no es ni sereno ni agradable). En ellas prima la personalidad sobre cualquier otra cosa. Podría escribir un decálogo sobre las Rara Avis...

ÉL- ¿Y cómo diría?

YO —Sería algo así: “La especie Rara Avis no centra su potencial de arrolladora belleza de cuerpo y espíritu en los parámetros con que se suelen medir estas dotes”. Si la sabes descubrir y ella te brinda los dotes de su belleza –muy importante, la Rara Avis siempre decidirá a quién mostrarle su belleza, por eso es una bendición y siempre debe honrarse- , descubrirás que tienes a la mujer ideal. Una que siempre estará a dos pasos de ti y complementará tu personalidad.

ÉL—¿Te parece?

YO —Sí, para mí es la única posibilidad de ideal particular. Una Rara Avis (el ideal general, el Ideal con mayúsculas) siempre será la mejor, sólo hay que saber bancarse en su inquebrantabilidad.

ÉL –Yo creo que tú estás buscando una mujer que te domine, que tenga siempre ella la última palabra

YO- Eso tiene sus puntos de equilibrio. Pero en mi defensa, siempre he dicho que este mundo sería mejor si las mujeres tuvieran el mando en todo.

ÉL—Acá disiento de ti. Yo se que te gusta la mujer apasionada. ¿Pero una mujer que esté al mando de todo? Esa sería una mujer que no tendría tiempo para nada

YO- Pues el reto está en ganarle al tiempo. Buscar ese espacio en blanco y dejar una huella sembrada para que ella sepa que eres completamente de ella. Un escrito, un mensajito. Me trasnocharía sólo por esperar ese espacio para poder decirle “Te quiero”.

ÉL– Yo creo que el “Rara Avis” eres tú, guevón

YO- Posiblemente, pero no me veo echándome los perros a mí mismo. Soy demasiado feo.

ÉL—Insisto, eso es una cadena perpetua

YO —Siempre pensé que tengo capacidad de adaptación. Que, si me dan tiempo, le puedo encontrar los puntos sublimes a cualquier cosa. Pero me tienen que dejar pensar un rato, hasta que mi esencia optimista dé con la clave. Pero estoy convencido de que en algún momento de la falta de libertad, digo: Bueno... Esta es mi cárcel, toda la vida va a ser así, el del Pabellón 2 es un tipo simpático, cuenta anécdotas divertidas...

ÉL– Pues esa mujer tendría que ser demasiado increíble para hacer todo eso

YO – Te lo digo. Si esa mujer me dice que la única posibilidad que me queda en mi carrera poética es el soneto, la cárcel del soneto, llegaría a aceptar el por qué perder el tiempo manifestando a favor del verso libre. Trataré de hacer los mejores sonetos del mundo, pasarse las noches intentando buenos sonetos. Sonetos que, con la experiencia que da la práctica y la pasión, puedan leerse de corrido y parezcan verso libre. Por ella aceptaría, y otra vez cito a Girondo, "sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos"

ÉL- ¿Acaso ya la encontraste?

YO –Lo hablamos en el 2030

No hay comentarios:

Publicar un comentario