20.7.10

Maltratarte

Los latinos caribeños, desgraciadamente, están golpeando a sus esposas todos los días. Los medios se hacen eco del tema en mayor cantidad cada vez y las organizaciones de DDHH lanzan cada día campañas más agresivas en la región. Inclusive, ya la cosa no es sólo entre casados. Recientemente Amnistía Internacional lanzó una campaña en Venezuela para concientizar a los “novios” –en el sentido “él”- no usen la violencia en contra de “ellas” y que “ellas” aprendan a darse su justa posición.

Lo cierto es que todo parece un tema de machos vernáculos con las hormonas subidas. Cada vez que en los medios dicen que “mataron a otra señora” en tal sitio, yo siempre acoto: "algo habrá hecho la perra", más que nada para que a mi tía le dé rabia. Porque sé que con ese tema no se jode.


Confieso que siempre me dio risa que se les pongan etiquetas a las víctimas y a sus asesinos. "Muere otra mujer, víctima de su ex-marido", titula un periódico chileno. Y de acá recuerdo uno muy particular. “Le dio un tiro por bailar reggaetón con otro”. Muy surrealista. La gente es gente. Los que se mueren son pobre gente, y los que matan son gente enferma. Las aficiones de los protagonistas de un suceso policial son relleno que escribe gente que trabaja en diarios para que lea gente que disfruta con ese morbo, y armar las estadísticas.


Y yendo más a fondo, lo que me molesta es que la discusión, más que un punto reflexivo de importancia, se haya convertido en una moda. No hay un solo día que no se genere un debate, que no se haga un programa especial en la tele, que no salga una película nueva, que no aparezca un idiota explicando los motivos de esta tendencia maligna. Es lamentable cuando un tema tan trascendente se convierte en solo una moda, y sea tragado por la opinión pública, que es lo que la gente piensa que la gente piensa. El tema del maltrato a la mujer estuvo en todos los medios por un buen tiempo. Luego comenzaron a matar a la gente por un Blackberry y adiós al maltrato a la mujer. Y los golpes seguían en rueda.


Eso sin contar los chistes y las creencias de que “hay que darles su toque técnico para que cojan mínimo”. Me parecen totalmente deleznables. Tenía un amigo que decía “A mí lo que me jodió la vida es vivir en la planta baja”, para justificar por qué no había tirado a su mujer por la ventana.
Muchos de estos machos me han insistido es que sí es necesario darle su “toque técnico” a las mujeres para que “cojan mínimo”.


Para ellos –y para quienes crean esto correcto- les voy a presentar mi método con el cual comenzaré a maltratarlas, en caso de ser necesario. Es un método que patentaré y que tiene como base una famosa milonga llamada "Amablemente" de Iván Diez y Edmundo Rivero. Es un soneto precioso, que empieza con fuerza:


La encontró en el bulín y en otros brazos.
Sin embargo, canchero y sin cabrearse,
le dijo al gavilán: "Puede rajarse;
el hombre no es culpable en estos casos".


Esa primera estrofa está bárbara porque te mete en situación desde la primera línea (usando solamente nueve palabras): el marido llega a su casa y la ve a la ingrata revolcándose con otro. Pero en vez de matar u ofender al intruso, lo deja ir porque no tiene la culpa.

Y al encontrarse solo con la mina,
pidió las zapatillas y, ya listo,
le dijo, cual si nada hubiera visto:
"Cebáme un par de mates, Catalina".


La segunda estrofa la pudo haber escrito Alfred Hitchcock, de haber tenido nociones de lunfardo argentino. Porque es puro suspenso, y del bueno. No sabemos qué pasa, ni porqué el hombre, mancillado su orgullo, no reacciona. Se genera un ambiente tenso. "¿Para qué quiere tomar mate, ahora, este señor?", nos preguntamos, con desconcierto y un poco de morbo también.


La mina, jaboneada, le hizo caso
y el varón, saboreándose un buen faso,
le siguió chamuyando de pavadas...


Como nosotros, ella también cae en cuenta que la cosa va por mal camino. La adúltera está "jaboneada", pero obedece. ¿Qué más puede hacer ella, si acaba de refregarse con un desconocido en la propia casa del buen esposo? Mientras, él, como si nada, le habla del tiempo, de cómo le fue en el trabajo… Este penúltimo terceto debería durar unos veinte minutos, pero en cambio llegan, arremolinados, los tres versos finales:


Y luego, besuqueándole la frente,
con gran tranquilidad, amablemente,
le fajó treinta y cuatro puñaladas.


Ni un trompazo en la boca, ni una palabra subida de tono para que los vecinos después argumenten en la televisión, nada. Nuestro galán la besa, con dulzura pero sin espamento. La besa, con amable lentitud, en la frente. Y después la descuartiza y mete los pedacitos en una bolsa del mercado.


Creo que jamás haría lo que hizo el lunfardo. Pero si algo me gusta de la violencia doméstica sureña es la educación, el autocontrol... Estos detalles de sensibilidad son los que hacen falta acá en nuestra región. Un poco de respeto para con la dama que será asesinada. Hay que hablar menos del tema en la televisión, usar menos las armas, los puños y los insultos y empezar a matar con arte, con amor. Suavemente y con besos en la frente, en los labios…en donde sea.


… Y esas siempre serán mis únicas armas para maltratar (te)

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